lunes, 1 de mayo de 2017

¿Cristiano de quejas o de alabanzas?


Mirando el cristianismo, en los inicios de la Iglesia, lo que percibimos es la alegría de los cristianos, el amor que fluía entre ellos, al punto de encantar inclusive a los paganos e incomodar a los judíos. Era una Iglesia movida por la alabanza, por la gratitud, por la exaltación del nombre de aquel que no estaba muerto, sino resucitado de entre los muertos: JESÚS.

Muchos se acercan al cristianismo por ese amor y esa alegría que rebosan Era la marca de los cristianos y, claro, debe continuar siendo así. Tenemos un Dios vivo que camina con nosotros y que prometió permanecer con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos.

Lo que solemos ver hoy contradice lo que se testimonió en el inicio del cristianismo y que nos acompañó hasta ahora. Muchos cristianos han sido anti testimonio para los demás cristianos e inclusive para aquellos que no lo son. Vemos, hoy día, mucha división, mucho desamor, mucha provocación y muchos cristianos tristes, malhumorados, rencorosos. Muchos parecen infelices y eso no es lo que vivieron con Jesús.

La alabanza dejó de ser parte de la vivencia de muchos cristianos, la exultación y la alegría dejaron de hacer parte del día a día. Los cristinos dejaron de mirar al Señor, que nos dio la vida; y la victoria, para apegarse a los problemas. Dejaron de alimentarse de la certeza de la presencia del Resucitado, muchos hacen el camino del individualismo y de la soledad, ahondándose en sí mismos.

Cierta vez escuché la historia de un niño, que decía a su madre, que nunca quería comulgar, porque todas las veces que su mamá volvía a su banco, después de comulgar, volvía con una cara seria y fea. Y para quien entregó su vida en las manos del Señor, una cara fea no tiene sentido.

Quien entregó su vida a Cristo camina con los ojos en la fe y ve más allá de la enfermedad, de la pérdida de seres queridos, más allá de las dificultades financieras y problemas familiares y tiene la certeza que el Señor que está próximo genera alegría y gratitud en su corazón.

Pero, todos aquellos que ponen su confianza en si mismos, en los demás, en soluciones humanas y materiales tendrán siempre quejas, el llanto, la murmuración, y cuando el dolor llegue serán capaces de abandonar al Señor y seguir fácilmente las soluciones inmediatas.

La cruz es pasajera, pero nos garantiza la victoria sobre la muerte, pues después de la cruz viene la resurrección. Por eso, “alégrense siempre en el Señor “(Fl 4,4). Lee la carta de la alegría de San Pablo a los Filipenses y verás cómo es bueno y seguro abandonarse enteramente en las manos del Señor.

¡Que Dios te bendiga!
Tu hermano
Padre Roger Luis
Comunidad Canción Nueva

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