viernes, 5 de mayo de 2017

Evangelio según San Juan 6,52-59. 
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún. 


RESONAR DE LA PALABRA

Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:

Cuando leemos y meditamos la conversión de San Pablo que nos propone la Palabra de hoy, nos damos cuenta de que nada es imposible para Dios. Este bello relato nos recuerda que mientras haya vida hay posibilidad de cambiar la mirada, de nacer de nuevo de modo absoluto, de que la vida de un giro radical. “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” De perseguidor de Cristo, pasó a ser perseguido por su causa hasta dar la vida.
Con frecuencia constatamos con tristeza que la gente a la que queremos no disfruta del don de la fe, no creen. Madres y padres que se lamentan de que sus hijos no tienen fe a pesar de todos los esfuerzos que hicieron; parejas que desearían que sus respectivos compartieran con ellos esta dimensión para acrecentar su amor; familias que no pueden celebrar juntos porque no todos comparten este tesoro… Las cosas pueden cambiar y las personas también, como le ocurrió a San Pablo; nunca es tarde para la esperanza.
Nadie ha dicho que la fe en Jesucristo sea fácil. La fe es una batalla en dos frentes principales: interior, contra nosotros mismos en nuestras inclinaciones más egoístas, destructivas u oscuras; exterior, contra las circunstancias, situaciones y personas que, en ocasiones, tratan de obstaculizar nuestro camino de seguimiento. Para mantener y avanzar en el camino de la fe hay que luchar. San Pablo libró esa batalla en su interior, “¿Quién eres Señor?” Necesitó un “Ananías”, un guía en su nacimiento a la fe. Pero una vez que vio y comprendió, fue fiel hasta el final.
Hoy le pedimos al Señor en nuestra oración, que no nos falte el alimento de su carne y sangre, de la eucaristía, para nuestros combates interiores y rogamos por todos aquellos que amamos y no conocen al Señor, para que algún día puedan encontrarse con el Pan Vivo bajado del cielo.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA


No hay comentarios:

Publicar un comentario