miércoles, 3 de mayo de 2017

Meditación: 1 Corintios 15, 1-8


Santos Felipe y Santiago, Apóstoles

Felipe y Santiago eran hombres sin talentos especiales, pero llegaron a ser apóstoles dedicados y entusiastas; tanto se convencieron de que Jesús era el Mesías que dieron su vida por él. Posiblemente no se tengan muchos detalles del discipulado de estos dos apóstoles, pero una cosa sí es cierta: Pasaron tres años conviviendo con Jesús y aprendiendo lo que él les enseñaba. El hecho de permanecer junto a Cristo por un largo tiempo los cambió por completo. ¿Cómo no iba a ser así? ¿Acaso alguno de nosotros no se sentiría transformado después de pasarse tres años escuchando la Palabra de Dios y viendo las acciones del Señor?

Sin embargo, a pesar de todo el tiempo que acompañaron a Jesús, junto con los otros primeros discípulos, todavía tenían mucho que aprender. Después de que el Señor ascendió al cielo y envió al Espíritu Santo, estos primeros creyentes se dedicaron por completo a comparar lo que estaban experimentando con las enseñanzas de Jesús, estudiar las Escrituras hebreas y pedirle más revelación al Señor. El resultado de todo este trabajo fue lo que leemos en la primera lectura de hoy, es decir el primer credo que se conoce.

Felipe y Santiago sabían que en esta vida jamás llegarían al punto de poder decir que ya habían aprendido todo lo referente a Dios y a Jesús. Lo mismo sucede en el caso nuestro, razón por la cual hemos de sentarnos continuamente a los pies de Cristo para escuchar su enseñanza. Nadie más que Jesús puede llevarnos al Padre y nadie más que su Espíritu puede imprimir los grandes misterios de la fe en nuestra conciencia. ¡Jamás llegaremos a aprender todo lo que se puede saber y jamás se acabarán los misterios de la fe que podamos conocer! Nadie podrá jamás decir “ya lo sé todo”.

Sigamos pues escudriñando las Escrituras día a día; pidiéndole al Espíritu Santo que nos enseñe a entender más completamente el Evangelio. Así, creceremos en un mayor entendimiento y, al igual que los discípulos, aprenderemos a poner en práctica el poder de Dios en nuestra vida. Así, el apostolado que realicemos y el testimonio que demos serán más eficaces.
“Gracias, Jesús amado, condúceme, te lo ruego, a las profundidades del corazón del Padre y permite que tu Espíritu llene mi ser de una mayor revelación, verdad y entendimiento de tu palabra.”
Salmo 19(18), 2-5
Juan 14, 6-14

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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