El mundo, en vez de combatir las causas que destruyen la paz, se hunde más y más en el pecado y en la ignominia.
El odio, la incomprensión y la confusión que aniquilan la paz son frutos del pecado, obra del maligno. Y el mundo, en vez de combatir las causas que destruyen la paz, se hunde más y más en el pecado y en la ignominia.
La Iglesia ora incesantemente por la paz, lo cual demuestra que ésta es obra de alguien más. Por eso es que dice: “Por la paz que viene de lo alto”, demostrando que la fuente de la paz no se halla en la tierra, sino en los Cielos, con Dios. Pero el mundo, en vez de correr al manantial de la paz, se aleja de Dios, renuncia a las disposiciones que Él nos dejó y cultiva el ateísmo y el odio entre los hombres. ¡El mundo quiere alcanzar la paz con aquello que le ofrece el maligno, sabiendo que ésta no es sino obra de Dios!
¡Seamos consecuentes! Si queremos una verdadera paz en el mundo, busquémosla ahí de donde proviene... ¡acudamos al manantial de toda paz! No es posible alcanzar la paz con el auxilio de la maldad, sino luchando para vencer eso que atenta contra ella.
El Espíritu de Dios sigue viviendo en el mundo, porque está en todas partes y todo lo llena, pero no da frutos de paz, por causa de la aridez humana. Reconozcamos, con humildad, nuestras faltas y alejamiento de Dios, porque toda la maldad que campea en el mundo de hoy, decía con justicia un gran apóstol de la paz (Solzhenitsyn), en esto tiene su raíz, en que el mundo se ha apartado de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario