¿Acaso son pocos los sufrimientos provocados por un matrimonio fracasado, la mala elección de una profesión, las enfermedades graves, la confiscación de los bienes, la denigración o las injurias que recibimos? Todo el mal que nos provocan los demás, los celos conyugales... ¿no son una cruz?
¿Qué cruces han sido preparadas para la mayoría de nosotros? Cruces simples, no de esas que soportaron los mártires, ni de aquellas que cargaron los ascetas del desierto hasta el final de sus días. Nuestra vida, la vida de todos los hombres, es amarga, es tristeza y sufrimiento. Y todos esos sinsabores, tristezas y dolores de nuestra vida terrenal, social y familiar, conforman nuestra cruz. ¿Acaso son pocos los sufrimientos provocados por un matrimonio fracasado, la mala elección de una profesión, las enfermedades graves, la confiscación de los bienes, la denigración o las injurias que recibimos? Todo el mal que nos provocan los demás, los celos conyugales... ¿no son una cruz?
Todos los hombres portan y deben portar semejantes sufrimientos, aunque no lo quieran. Aquellos que odian a Cristo, los que abandonan el camino de Cristo, también sufren, pero se quejan y no quieren cargar con su cruz.
¿Cuál es, entonces, la diferencia entre ellos y los cristianos verdaderos? La diferencia radica en el hecho que los cristianos cargan su cruz con obediencia, sin ofender a Dios, con humildad, doblando la cerviz, soportando ese peso hasta el final de sus días, siguiendo el camino de nuestro Señor Jesucristo. Y esto lo hacen por Él y por el Evangelio, porque sienten un amor ardiente por Cristo y porque sus mentes y todos sus anhelos son conducidos por la enseñanza evangélica.
(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeii, La porțile Postului Mare. Predici la Triod, Editura Sophia, București)
fuente: Doxologia
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