Orar siempre sin desfallecer
Bienaventurado el hombre que conoce su propia debilidad, porque este conocimiento es en él, el fundamento, la raíz y el principio de toda bondad...
Cuando un hombre se ve privado de la ayuda divina, ora con frecuencia. Y cuanto más ora, más humilde se hace su corazón... cuando ha comprendido todo esto, guarda la oración en su alma, como un tesoro. Y es tan grande su alegría, que hace de su oración una acción de gracias... Llevado también por este conocimiento y admirable gracia de Dios, eleva la voz, alaba, glorifica a Dios, y le manifiesta su gratitud.
El que ha llegado de verdad, y no imaginariamente, a tener estos signos y conocer tal experiencia, sabe lo que digo, y que nada puede ir en contra. Por tanto, cese ahora de desear cosas vanas. Que persevere en Dios por la continua oración, con el temor de verse privado de la abundancia de auxilio divino.
Todos estos bienes se dan al hombre cuando conoce su debilidad. Por su gran deseo del socorro de Dios, se acerca a Dios permaneciendo en la oración. Y tanto se acerca a Dios por su resolución, que Dios le concede sus dones, y no le quita su gracia, por su gran humildad. Por lo tanto, un hombre es como la viuda, que no cesa de importunar al juez, para que le haga justicia contra su adversario. Dios que es compasivo, retrasa las gracias, ya que esta reserva lleva al hombre a acercarse y a permanecer cerca de Él, de donde mana tanto bien, para que necesite de él.
Isaac el Sirio (siglo VII)
monje cercano a Mossoul
Discursos ascéticos, 1ª serie, §21
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