“Destruyan este templo”, dice provocativamente Jesús en la página del Evangelio de hoy, “y en tres días lo volveré a levantar”. Todos pensaban en el Templo de Jerusalén donde Jesús acababa de hacer el gesto profético de expulsar a los mercaderes con sus negocios mezclados con liturgia y religiosidad, pero el evangelista Juan precisa que se trataba más bien del templo de su cuerpo. De hecho, intentarán seriamente destruirlo, y durante tres días incluso pensarán que lo han logrado, pero Jesús cumple su palabra y les muestra que lo que se basa en el Amor nunca puede ser destruido.
Lo que hay que destruir, en cambio, es la idea errónea que tenemos de Dios, que hemos reducido a Alguien a quien podemos comprar con sacrificios, ofrendas o cualquier otra cosa.
El amor que se compra tiene un nombre específico: prostitución.
Si quieres comprar el amor de Dios entonces estás tratando a Dios como a una prostituta. Pero Dios no se puede comprar, Dios es libre como lo es todo amor verdadero. Toda la obra de Jesús es enseñarnos esta verdad, y no es casualidad que este pasaje se encuentre al comienzo del Evangelio. Debido a esta obra de cambio que Jesús quiere hacer, finalmente será asesinado. El mundo no puede tolerar el hecho de que exista un Dios diferente al que imaginamos. Pero nuestro Dios es el Dios de Jesucristo, el que vino a anunciarnos. Y este Dios no quiere sacrificios porque ha decidido sacrificarse por nosotros. No quiere posesión porque ama el regalo. No quiere condenación, sino perdón. No quiere esclavitud, sino libertad. No quiere sirvientes, sino niños. No quiere la muerte, sino la vida. Es un Dios al revés, pero a diferencia de todas las demás imágenes de Dios que construimos, el Dios de Jesús es vivo y verdadero, y la prueba es precisamente la historia del mismo Jesús. De hecho, el destino de la muerte que enfrenta es predecible, pero su resurrección es inimaginable. Es una prueba de que Dios existe y no era como lo imaginábamos.
Creer también significa aceptar cambiar la imaginación.
La Pascua no se puede celebrar sin este cambio. No puedes entender el Evangelio con una imagen distorsionada de Dios en tu cabeza. “Vino nuevo, en odres nuevos”.
Luigi María Epicoco | 2 de marzo de 2024
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