Padre Bueno,
Relajado nuestro cuerpo, acallados
aún nuestros pensamientos,
Nuestra vida silenciosamente dice
¡Gracias!
Gracias por cuidarnos en la noche.
Por dejarnos descansar en el regazo
de Tu Amor.
Tú eres Divina Protección,
Amorosa compañía, Consuelo y
Fortaleza.
Para seguir tus caminos,
Para ser fieles a Tu Voluntad,
Porque nuestra fuerza es frágil:
¡Derrama Tu Espíritu Santo con Poder!
Sobre la creación que gime dolores de
parto;
Sobre los que reconocemos Tu Señorío;
Sobre los que desconocen Tu Amor
Providente;
Sobre nuestros enfermos, niños y
ancianos;
Sobre los que están atribulados;
Sobre los que son perseguidos y
maltratados,
Humillados y esclavizados.
Derrama Tu Espíritu Santo, y envía
tus ángeles:
Los que desatan cadenas, los que
rompen grilletes de esclavitud,
Los que protegen de toda acechanza,
Los que mueven al Buen Obrar.
Y en todo y sobre todo ¡danos un
corazón humilde y agradecido!
Para amarte y glorificarte porque Tú,
Padre Bueno,
Eres el Digno, el único digno de toda
alabanza.
Amén!
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