Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
José Luis Latorre, cmf
Queridos/as amigos/as:
En estos días pasados Juan nos presentó la conversación de Jesús con Nicodemo y nos explicaba qué significaba “nacer de nuevo”, hoy nos presenta “el signo de la multiplicación de los panes y los peces” con los que Jesús sació el hambre de “un gran gentío” que le buscaba. Con este signo Jesús quiere incitar a sus discípulos a reflexionar primero y a actuar después ante tal situación.
¿Qué hizo Jesús? Vio el gran gentío, se dio cuenta que llevaba mucho tiempo sin comer y empezó a buscar la solución. Jesús cuenta con sus discípulos y le pregunta a Felipe “cómo compraremos pan para darles de comer” pues están lejos de sus casas y es tarde. Y Felipe lo primero que piensa es en el dinero “doscientos denarios de pan” no son suficientes para darles un pedacito de pan. Parece que el dinero no es la mejor solución ni la más importante. Andrés –otro discípulo- ha visto que un muchacho tiene cinco panes y dos peces, pero también imposible alimentar el gentío con ellos. La solución no viene del dinero y de los pocos o muchos recursos que se tenga, habrá que buscar otra vía de solución.
Jesús entonces tomó los panes, los bendijo y los repartió a los que estaban sentados; la solidaridad del muchacho al entregar lo que tenía y la generosidad de Jesús al repartirlos hizo que todos comieran hasta saciarse, y aún sobraron doce canastas. Si hoy también actuáramos solidaria y responsablemente con los bienes del planeta, siempre habría para todos y a nadie le faltaría su pan, y sobraría. Ciertamente hoy la ciencia hace el milagro de la multiplicación de los panes, pero aún sigue pendiente el acto solidario de saber compartir. Un dato: diariamente en el planeta se tira a la basura el 30% de los alimentos. Lo contrario de lo que dijo Jesús a sus discípulos “recoged los pedazos que han sobrado para que nada se desperdicie”.
¿Qué haría Jesús hoy ante los refugiados de Siria, los inmigrantes, los niños desaparecidos…? Buscaría rápidamente la solución pero contando con mi ayuda y la tuya (somos hoy Felipe, Andrés, el muchacho) porque lo más importante para solucionar los problemas son las personas no el dinero, es decir, el dinero ayuda si es una herramienta al servicio de la solidaridad y la caridad. Como dice el Papa Francisco los problemas de la gente empiezan a solucionarse con la medicina de “la cariñoterapia”.
Comentario publicado por Ciudad Redonda
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