La multitud se maravillaba viendo que Jesús curaba a los enfermos y lo seguían por todas partes.
¿Qué demostraban estas señales? ¿Quién era Jesús? Muchos de los que lo seguían, incluso los discípulos, se sentían confundidos pensando en qué significarían tales cosas. Por eso San Juan presenta la verdad fundamental de que Jesús es el Pan de vida, y el milagro de la multiplicación de los panes y los peces ayuda a entender el resto del capítulo.
Jesús sabía que entre sus seguidores había necesidades físicas, y también una profunda necesidad espiritual. Por su gran amor y compasión, realizó el milagro de la multiplicación de los panes y los peces como señal de su identidad. Por eso, viendo las doce canastas de lo que había sobrado, quisieron llevarse a Jesús para hacerlo rey.
Pero el Señor no quería ser conocido como obrador de milagros ni como el rey que liberaría a los judíos de la opresión romana. La multiplicación de los panes y los peces era una señal que demostraba que él era el Hijo de Dios y quería que esta señal les hiciera ver lo inmenso que era el amor del Padre, un amor que finalmente quedaría ratificado por su muerte en la cruz.
Cristo desea obrar constantemente en nuestra vida y acercarnos al Padre. Su obra es generosa y rebosante de amor, porque él sabe lo que es mejor para nuestra salud espiritual. Y nosotros, ¿cómo le respondemos? ¿Qué buscamos en él? ¿Lo buscamos sólo para que satisfaga nuestras necesidades terrenales inmediatas, o vemos que también desea atender nuestras necesidades espirituales más profundas? ¿Sabemos que él quiere darnos la vida eterna, es decir la vida del mundo venidero? Este milagro de la multiplicación de los panes debería hacernos ver que Jesús es el Salvador y el Señor y que lo que él quiere para nosotros va mucho más allá de este mundo físico.
Querido hermano, pídele al Espíritu Santo que te haga conocer personalmente a Cristo hoy y te dé un corazón puro que desee llenarse de él. No limites a Jesús viéndolo sólo con ojos terrenales, sino con ojos que anhelan ver al Salvador tal como lo ve todo el cielo. Recuerda que Jesús está de tu parte y quiere bendecirte en tu vida espiritual y también personal y familiar. No seas tímido, pídele y recibirás.
“Jesús, Señor y Salvador mío, concédeme la gracia de saber que cuando recibo la Sagrada Eucaristía estoy realmente comiendo tu Cuerpo y bebiendo tu Sangre, para que yo tenga en mí la vida eterna.”
Hechos 5, 34-42
Salmo 27(26), 1. 4. 13-14
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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