“Señor, danos siempre de este pan”
El profeta dice: “Sedientos todos, acudid por agua” (Is 55,1). Se trata de los que tienen sed, no de los que beben. Llama a los que tienen hambre y sed, aquellos que en otra parte les nombra bienaventurados (Mt 5,6), aquellos cuya sed jamás se apaga, y cuya sed aumenta cuanto más van a la fuente a beber. Debemos pues, hermanos, desear la fuente de la sabiduría, el Verbo de Dios en las alturas, debemos buscarla, debemos amarla. En ella están escondidos, tal como lo dice el apóstol Pablo, “todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2,3) e invita a beber a todos los que tienen sed.
Si tú tienes sed, vete a beber a la fuente de vida. Si tienes hambre, come el pan de vida. Dichosos los que tienen hambre de este pan y sed de esta fuente. Bebiendo y comiendo sin fin, desean cada vez más beber y comer; dulce es este alimento y dulce esta bebida. Comemos y bebemos, pero seguimos teniendo hambre y sed; nuestro deseo está colmado y seguimos deseando. Por eso David, el rey profeta, clama: “Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Sl 33,9). Por eso, hermanos, sigamos nuestra llamada. La Vida, la fuente de agua viva, la fuente de la vida eterna, la fuente de la luz y manantial de claridad, ella misma nos invita a venir y beber (Jn 7,37). Allí encontramos la sabiduría y la vida, la luz eterna. Allí bebemos del agua viva que mana hasta la vida eterna (Jn 4,14).
San Columbano (563-615), monje, fundador de monasterios
Instrucción espiritual, 12,3
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