viernes, 6 de enero de 2017

Dejar atrás, lo que quedó atrás


Si el corazón dejara atrás lo que quedó atrás, serías más entero; andarías más liviano y sin el peso de las acusaciones

Existen situaciones en nuestras vidas que terminan influyendo profundamente en lo que somos. Tal influencia, a veces, puede ejercer sobre nosotros el oficio de aprisionarnos, estacionando nuestra miradas en paisajes que ya no componen nuestros días.

De hecho, el corazón, con las razones que lleva, vive inconstancias que, en determinados momentos, lo tornan confuso e inquieto; y si no es bien nutrido y conducido, puede desenvolver cierta facilidad para atarse a aquello que ya no se puede ser ni tener.

Foto: Wesley Almeida / cancionnueva.com

La raíz de esa confusión, muchas veces, consiste en el orgullo, que impide aceptarse pequeño y limitado, queriendo siempre “volver a decidir” y explicar lo que en su vida estuvo falto de perfección.

Sería más fácil reconocer: “Me equivoqué, en esa circunstancia no fui capaz de acertar…” Así el corazón estaría libre para comprender, con propiedad, el profundo significado de la misericordia, que se configura como la acogida, sin precedentes, de aquello que el ser es, y de manera singular de sus fragilidades e incapacidades. Así el corazón estará feliz por ser lo que es, sintiéndose acogido por un amor infinitamente mayor que el suyo, que no lo acusa ni exige explicaciones.

Ser amado

Donde el amor es abundante, cesan las explicaciones. Quien explica mucho se siente menos acogido, pues el corazón que se siente conocido y amado puede prescindir de las palabras y de las explicaciones, dando lugar a la certeza de ser amado como es.

Si el corazón dejara atrás lo que quedó atrás, estarías más entero; caminarías más liviano y sin el peso de las acusaciones. No obstante, para eso es necesario dejar pasar muchas cosas sin intentar explicar; permanecer con la conciencia serena de que existe un tierno abrazo, siempre dispuesto a recibirte en cada esquina de tu historia.

Las justificaciones vuelven la vida pesada, pues siembran desconfianza. El que se justifica mucho, ante sus errores y debilidades, todavía no comprendió que es amado así como es. Quien se contempla amado no vive explicando sus limitaciones, si no que se permite ser perdonado y recibido por la simple fuerza de una mirada, incluso con la ausencia de palabras.

Dejar pasar, sin buscar justificar y explicar, es una señal concreta de que el corazón aprendió a confiar en la fuerza del amor que recibe sin despreciar. Sin despreciar la esencia, que es buena en virtud de los fragmentos de la imperfección.

Dejar pasar es también una forma de ser auténtico con uno mismo, asumiendo que, en determinada circunstancia, no fue posible hacer las cosas bien, pero que es posible aprender con ese límite para construir una posterior victoria.
De esa forma, la vida se volverá más libre para volver a intentar, sin tener que fingir o aparentar para aceptarse como uno es. ¡Desprenderse es dejar atrás lo que quedó atrás!

Padre Adriano Zandoná
Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva, Graduado en Filosofía y Teología, actualmente responsable de la Misión de Canción Nueva en San Pablo. Autor de los libros: “Construyendo la felicidad” y “Sanarse, para ser feliz”, publicados por la Editora Canción Nueva
fuente Portal Canción Nueva en español

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