Hay una canción del grupo cristiano “Alfareros” que me gusta mucho, se llama: El Luchador. Cuenta la historia de alguien que entiende la vida como una lucha continua, como un sobreponerse a las dificultades y a los problemas, alguien que comprende que la vida está marcada por dificultades, por problemas y que quien quiera gozarla deberá tener el temple suficiente para enfrentarlos y vencerlos.
A veces idealizamos la vida como una experiencia de total serenidad y ausencia de conflictos. Soñamos con esa vida y sufrimos por no tenerla. Pero la verdad es otra; la vida está llena de conflictos, de situaciones críticas y alguna que otra situación límite. No nos podemos substraer a esa condición de la humanidad. Esto queda bien expresado en la metáfora espiritual de la guerra. La vida es una guerra, una guerra espiritual. No estoy hablando de violencias insanas, ni de actitudes hostiles contra los otros, sino de la batalla que da el ser, todos los días, frente a la nada para imponerse en la existencia; o la del amor que debe batirse contra la indiferencia y el odio para hacernos consciente de que la ternura puede más que todas las manifestaciones violentas; la batalla del bien que no quiere ser considerado de otra época y tiene que dar la pelea ante el mal, sin hincar rodilla en el campo de lucha.
Sí, la vida es una guerra.
Una guerra que creemos ganada.
Sí, en Cristo Jesús nosotros hemos considerado esa batalla ganada, el murió en la cruz para que cada uno de nosotros viva como triunfador.
Hay un texto del Deuteronomio que me encanta porque da dos claves para que cualquiera –que crea y que confíe en el poder de Dios- se prepare para la batalla de la vida:
“Si al salir ustedes a combatir a sus enemigos ven que ellos cuentan con caballería y carros de guerra, y con un ejército más numeroso que el de ustedes, no les tengan miedo, pues ustedes cuentan con el Señor, su Dios, que los sacó de Egipto. Y cuando llegue la hora de la batalla, el sacerdote se dirigirá al ejército y dirá: Escuchen, israelitas, hoy van a luchar contra sus enemigos. No se desanimen n tengan miedo; no tiemblen ni se asusten porque el Señor su Dios está con ustedes; Él luchará contra los enemigos de ustedes y les dará la victoria”.
Creo que hay cuatro claves a interiorizar:
1. Debemos ser capaces de analizar contra quién se está batallando. Hay que conocer al enemigo. No se puede ser ingenuo, ni fanático, a la hora de ir a batallar, es una actitud necesaria el revisar con qué armas cuenta el enemigo, cómo está preparado para el combate. Negarse a eso es una manera de perder -de salida-. Los combatientes que nos son buenos analistas de la vida, terminan perdiendo muchas batallas. Hay que revisar, de manera inteligente y serena, cada situación para salir a enfrentarla.
2. El resultado de ese análisis no nos puede llenar de miedo, sino nos ayuda a encontrar caminos de solución para esta batalla. Hay enfermedades que se presentan mejor armadas que nosotros, pero no por eso vamos a darnos por vencidos sino buscaremos la mejor manera para enfrentarlas. Hay situaciones de soledad, infidelidad, rupturas o dolores, que nos ocasionan impresiones poderosas, pero no por eso vamos a decir que todo está ya perdido.
3. La relación con Dios es el soporte para saber que vamos a salir adelante. Dios nos debe servir para algo. No podemos tener un Dios inútil, recluido a un templo que no nos acompaña a la batalla, sino que no sale del culto. Un Dios así no nos sirve, porque nosotros no vivimos en el culto sino en la vida, y es ésta la que llena de sentido el espacio del culto. Mi relación con Dios tiene historia, porque me ha dado victorias anteriormente, pues bien, tenemos que pensar en ellas y tenerlas presentes para salir a combatir y triunfar. Es un Dios que nos ha dado la vida, que nos ha hecho triunfar en otras situaciones; luego entonces, tenemos que seguir hacia adelante. Un elemento bien bacano de esta fe es que este Dios sale a combatir con sus amigos, Aquel que está de parte de quien confía en Él. Eso nos hace estar seguros de que saldremos en victoria. La justicia es el criterio. Dios siempre está peleando a favor del justo.
4. Hay afirmaciones bien concretas: No te asustes, no tiembles, no tengas miedo… se trata de vivir en la actitud correcta, estar sereno y seguro para tomar las decisiones que corresponden.
Cuando no estamos en esa tónica, seguro fallamos y hacemos las vainas mal.
Ahora te toca a ti asumir estas claves y ponerlas en perspectiva de las batallas que estás librando. Tú sabes cuáles son y cómo las estás viviendo. Es hora de llenarte de valor para continuar y triunfar.
P. Alberto Linero Gómez, Eudista.
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