La voz divina de la conciencia
Para las personas de bien, la conciencia es una amiga que hace los placeres más sensibles y los bienes más tiernos. Sobretodo, es de gran auxilio en la adversidad. Por eso dice el salmo “¿A quién sino a ti tengo yo en el cielo? Si estoy contigo no deseo nada en la tierra” (Sal 73 (72) ,25). (…)La conciencia es un juez. Algunos rechazan obedecer a ese juez, otros lo corrompen o hacen morir.
Como la voz fue dada al hombre para ser intérprete de sus sentimientos y deseos, con la conciencia Dios nos enseña que él juzga todo y nos dice lo que espera de nosotros. Esta voz divina forma palabras interiores para expresar diversas lecciones y órdenes que place a Dios dar a su criatura. Ella es el lugar del intercambio que el Señor quiere tener con nosotros y el órgano más frecuente del que se sirve para tocar nuestros corazones y abrirnos el suyo. (…)
Nada mejor que la conciencia, que Dios ha dado como guía, para hacer ver el ardiente deseo que él tiene de conducir los hombres a la felicidad soberana. Nada tan esclarecedor para discernir el bien y el mal ni tan fiel para mostrarlo, ni tan apremiante para llevarnos a abrazar el bien y huir del mal. Pero si ella es un efecto del amor de Dios, es también efecto de su celo por la justicia. Es muy cuidadosa para hacernos abandonar el mal, pero extremadamente severa para castigarnos.
San Claudio de la Colombière (1641-1682)
jesuita
Reflexiones cristianas (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org
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