“Les he dado la gloria que tú me diste” (Jn 17,22)
“Mi Padre y yo, iremos a él y habitaremos en él”, decía Jesús del hombre que es santo. Pienso que el profeta no habló de otro cielo cuando exclamó “Tú eres el Santo, que habitas entre las alabanzas de Israel”. El Apóstol Pablo lo expresa claramente: “Por la fe, Cristo habita en nuestros corazones”. No sorprende que a Cristo le agrade habitar ese cielo. Mientras que para crear el cielo invisible le fue suficiente hablar, luchó para adquirir este otro cielo y murió para rescatarlo. Por eso, después de todos sus trabajos, habiendo realizado su deseo, dijo “He aquí el lugar de mi reposo para siempre, es el lugar que había elegido”. Feliz a la que confió: “Ven, mi Amada elegida”, en ti pondré mi trono.
“¿Por qué te deprimes alma mía? ¿Por qué te inquietas?” ¿Piensas encontrar en ti un espacio para el Señor? ¿Qué espacio en nosotros es digno de tal gloria y suficiente para recibir a su Majestad? ¿Al menos podré adorarlo en el lugar dónde se detuvieron sus pasos? ¿Quién me acordará aunque sea seguir a un alma santa “que él ha elegido como su dominio?” Pueda verter en mi alma la unción de su misericordia, de tal modo que yo exclame: “Correré por el camino de tus mandamientos, porque tú me infundes ánimo”. Quizás, aunque no sea capaz de mostrar en mi “en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta” dónde pueda Jesús comer con los discípulos, por lo menos pueda preparar “un lugar dónde repose su cabeza”. (…)
Es necesario que el alma crezca y se dilate para ser capaz de Dios. Su amplitud es su amor, cómo dice el apóstol Pablo: “Abran su corazón”. Aunque en el alma no hay una dimensión espacial ya que es espíritu, la gracia le concede lo que la naturaleza excluye. (…) La grandeza de cada alma es según la medida de su amor. La que tiene mucho amor es grande, la que tiene poco amor es pequeña, la que nada tiene, es nada. San Pablo lo afirma “Si no tengo amor, no me sirve para nada”.
(Referencias bíblicas: Jn 14,23; Sal 22 (21),4; Ef 3,17; Jn 1,3; Sal 131,14; Ct 2,10; Sal 41,6; Sal 32,12; Jn 14,23; Sal 118,32; Mc 14,15; Mt 8,20; 2 Cor 6,13; 1 Cor 13,3)
San Bernardo (1091-1153)
monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermones sobre el Cantar de los Cantares, n°27, 8-10 (Sermons sur le Cantique des Cantiques, in : Les Pères commentent l'Évangile, Brepols, 1991), trad. sc©evangelizo.org
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