miércoles, 30 de diciembre de 2015

Meditación: Lucas 2, 36-40

Lucas nos lleva a reflexionar sobre la gran influencia que tuvo el nacimiento de Jesús en Israel. En su relato, dio a sus lectores gentiles (que desconocían la historia de Israel) una idea de cómo se desplegaba el plan de Dios para la salvación del género humano.

Por ejemplo, Ana “una mujer muy anciana” y su vida de oración representan los muchos siglos que los judíos pasaron anhelando la venida del Mesías y preparándose para ella.

Sin duda que Ana debe haber sufrido muchísimo ante la muerte de su marido después de apenas siete años de matrimonio, tras lo cual, sin duda experimentó muchísimos años de completa soledad y desolación. En la antigüedad, era común que la sociedad despreciara y olvidara a las mujeres solteras en general, y a las viudas en particular. Pero Dios eligió a Ana como servidora y profetisa, y eso es prueba de que el Señor no se preocupa de la condición social de las personas cuando se trata de escoger sus instrumentos.

Pese a toda una vida de penurias, Ana no se dejó llevar por el rencor; más bien, encontró el consuelo abriendo su corazón ante el Señor en la oración. “Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones” (Lucas 2, 37). Esta admirable mujer de fe había transformado sus muchos años de soledad y dificultad en un prolongado ministerio de intercesión para la redención de Israel. Y Dios demostró un amor especial por esta “profetisa” (Lucas 2, 36) dotándola de la capacidad de percibir la llegada del Mesías.

¡Qué modelo para nosotros! La paciencia y los padecimientos de Ana encarnan el anhelo de salvación del corazón humano. ¿Te sientes tú, amigo, a veces agotado, abandonado o insignificante frente a Dios? Nada podría ser más contrario a la verdad. Si te acoges al Señor, como lo hizo Ana, la gracia de Dios llenará tu vida. Entrégale al Señor tus pesares y dolores. Adóralo, alábalo e intercede por la salvación de su pueblo. De esta forma llegarás a ser un testigo de la presencia de Dios en nuestro medio; Dios te llenará de gracia y de esperanza de un modo que jamás podrá hacerlo el mundo.
“Padre eterno y todopoderoso, te ofrezco mi vida. Quiero unir mi fe y mi trabajo al de todos tus santos en la construcción de tu Reino en la tierra.”

fuente DEVOCIONARIO CATÓLICO LA PALABRA CON NOSOTROS

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