Todos tenemos “batallas” libradas y por librar.
Ellas son parte de nuestro caminar.
Son parte de un proceso que debemos vivir para madurar,
para crecer, para llegar...
Algunos, cuando la tempestad se levanta, saben cómo obrar.
Otros, en cambio, desgastados por otras batallas quedan paralizados.
¿Qué hacer?
1) ENFRENTARLAS
Es el primer paso. Nadie gana una batalla si no va.
Ante los problemas muchos quedan paralizados.
Son presa de recuerdos de alguna que otra batalla perdida y piensan que todo se repite.
El miedo hace así su gran estrago.
¿te ha pasado? ¿te está sucediendo?
Repitamos juntos y grabemos en nuestro corazón:
“No me alcanzará ningún mal,
porque él me encomendó a sus ángeles
para que me cuiden en todos mis caminos” (Salmo 91)
2) CONOCE TU ENEMIGO
Desconocer qué tenemos enfrente es como ir a un campo de batalla desarmados.
¿Tu enemigo es exterior?
¡Abre bien lo ojos! Mira su actuar. Contempla sus reacciones. Estudia, valora, juzga su modo de operar.
¿Tu enemigo es interior?
¡Recurre a Aquel que es más interior a nosotros que nosotros mismos!
Recurre al Espíritu Santo!
Que su Luz penetre y ponga al descubierto las oscuridades.
Abre tus oídos!
Es tiempo de aprender que el silencio debe ser también parte de nuestras vidas.
Es en el silencio que la Voz de Dios se hace más audible.
3) ARMA ESTRATEGIA
Ya estás en el campo de batalla.
Ya conoces el enemigo.
Ahora pide “sabiduría” para armar estrategia. Debemos enfrentar problemas, situaciones difíciles, dolores, divisiones, con inteligencia, con sabiduría.
No repitas modelos que te hicieron en el pasado salir derrotado.
Sigue solo EL MODELO.
Ponte delante del Corazón Eucarístico de Jesús y mira el obrar de la MISERICORDIA.
Es el arma que desarma toda guerra.
4) CONFIA
No permitas que en el medio de un mar encrespado o de un campo de batalla oscuro, el desánimo plante bandera en tu corazón, en tu mente y en tu espíritu.
Recuerda y graba:
“Aunque caigan mil a tu izquierda
Y diez mil a tu derecha,
Tú no serás alcanzado:
Su brazo es escudo y coraza.” (Salmo 91)
Y en el medio de la prueba,
cuando sientas la debilidad propia de nuestro barro,
grita fuerte: ¡Todo lo puedo en Aquel que me conforta!
Dios te Bendice.
Miguel - Comunidad Piedras Vivas.
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