domingo, 24 de marzo de 2013

La Comunidad de oración



El grupo de oración es como una pileta llena de agua,
llena de Espíritu Santo,
donde nos tiramos de cabeza para sumergirnos en el amor y en los dones de Él.
El mundo es tan árido y la guerra espiritual que enfrentamos diariamente
es tan ardua que, si no tuviésemos al menos una vez por semana,
la gracia de poder bucear en el Espíritu Santo con los hermanos,
orando con ellos libremente en el lenguaje de los ángeles,
alabando y cantando juntos, viviríamos fatalmente como quien vive en el desierto.
Nuestros grupos de oración precisan ser cálidos, acogedores, no barullentos.
Precisan estar llenos de la presencia de Dios, del Espíritu Santo, repletos de oración.
Precisan ser lugares donde realmente nos ayudemos unos a otros y nos animemos con cantos,
con la música, con la alabanza, con la oración espontánea, con gestos.
Conducidos y ayudados por personas llenas de alabanza,
llenas de alegría, llenas de Palabra de Dios,
de manera que podamos ser, cada semana,
un grupo sobre el cual el Espíritu se derrame.
El grupo de oración precisa ser simple, espontáneo.
Es preciso acabar con los vicios de posesión, y de posición.
“¡Ése es mi lugarcito en el grupo de oración, es mío. Soy yo quien lo va a hacer y nadie más!” Y lo peor son las sillas cautivas: “Ese lugar es mío, Ay de quién osare tocar mi lugar, mi silla cautiva!”
¡El coordinador no es dueño del grupo!
De manera que quien debe coordinar el grupo precisa ser alguien de discernimiento,
dócil a las mociones del Espíritu Santo.
No es como aquel dirigente que todavía tiene las riendas en sus manos, bien seguro de sí.
El Espíritu Santo anda, y camina deprisa; si estás asegurando aún las riendas en tus manos, ¡estarás deteniéndolo!
Es muy importante que nuestros grupos de oración sean grupos de derramamiento del Espíritu Santo, porque precisamos de más fuerza de lo Alto pues la vida nos deja secos y duros; el día a día, el trabajo de casa, la familia, el mundo, nos desgastan.
Por eso, el propio Jesús nos dice:
“Recibirán una fuerza, la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes; y serán entonces mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” Hch. 1,8

Mons. Jonas Abib.
Fundador Comunidad Canción Nueva.
Fuente: www.cancaonova.com
Adaptación y traducción del português

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