Hay varios tipos de silencio.
Muchos se sumergen en él apenas para huir o para dormir.
otros hacen uso de mil técnicas a fin de simplemente relajarse;
otros ejercitan la meditación con el pensamiento bloqueado, suspendido en un silencio vacío,
juzgando así elevarse.
Algunos enmudecen por capricho o por mal humor,
y así muchos otros...
El verdadero silencio es aquel que nos coloca delante de Dios.
Esta experiencia enriquece nuestros valores,
reflexiones, sentimientos e ideas y más:
en lo íntimo del alma forma las convicciones
y enraíza las virtudes;
allí se definen las líneas maestras de la lucha personal por mejorar
cada día un poco más.
Tenemos el hábito de hablar mucho
y casi no sabemos escuchar.
Hay pobreza de palabras
porque hay pobreza de silencio.
Solo tendremos posibilidad de responder con prontitud a Dios
y a los hermanos si nos ejercitamos en la escucha.
"El Señor se puso junto a él y lo llamó como
lo había hecho las otras veces: ¡Samuel, Samuel!
Y él respondió: habla que tu siervo escucha"
cfr. 1Sam 3,10
Pidamos hoy al Señor
que nos enseñe a silenciar
para que podamos oír Su voz
a ejemplo del Profeta Samuel.
Jesús, en Vos confío!
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