Tu trabajo, tu tarea cotidiana, tu práctica profesional, tu misión en este mundo, no siempre serán valiosos por los grandes logros o éxitos visibles, sino por el amor que pones en realizarlos. No busques el éxito en el aplauso ensordecedor, sino en la conquista de los encuentros personales, en la profundidad de la amistad cultivada, en la sinceridad de los diálogos, en la entrega y la ayuda al otro. Vale más lo que se hace con amor en lo secreto, que lo que se hace pregonándolo a la visto de todos. Ofrece tu día por las intenciones del Papa. Deja que estas palabras resuenen hoy en tu corazón.Con Jesús por la tarde.
«Jesús añadió: -El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado» (Mc 2,27-28). Las cosas están hechas para usar, y no las personas. Pon en el centro de tu vida a las personas y no las cosas. ¿Qué es lo que valoras en verdad? Repite al ritmo de tu respiración «Señor, ayúdame a valorar a las personas que tengo cerca» mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.Con Jesús por la noche.
Mira tú día. Trae a la memoria lo que has vivido hoy. ¿Cómo has contribuido a que la vida de los que están cerca de ti fuera más agradable? ¿Has servido hoy, a quién? Pide a Jesús un corazón más atento a los demás
fuente El Evangelio en casa
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