III Domingo del Tiempo Ordinario
Jesús fue a Galilea cumpliendo así la profecía mesiánica: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz.” (Isaías 9, 2). Jesucristo es la luz que brilla en las tinieblas y que alumbra a todo hombre (Juan 1, 4).
Cuando Cristo llega se hace la luz, pero la luz exige un cambio radical de conducta, que significa renunciar a la corriente del mundo, que está impregnada de pecado, soberbia, falsedad y violencia. A quienes le prestan atención, Jesús les dice “sígueme” y también nos lo dice a nosotros, y nos anuncia que si aceptamos su invitación, él nos habilitará para ser “pescadores de hombres.”
Cuando Pedro y Andrés escucharon la invitación de Jesús, dejaron su barca y lo siguieron. Hoy, Cristo nos invita a seguirlo y hacer presente el Reino de Dios en el mundo mediante la imitación de sus acciones, palabras y actitudes. ¿Por qué? Porque él es el camino, la verdad y la vida.
Dios tiene una llamada y un plan para cada ser humano, incluso para cada bebé no nacido aún que espera ver un día la luz del mundo. Hoy se observa en los Estados Unidos el Día de Oración por la Protección Legal de los Niños No Nacidos, un día en el que podemos afirmar en forma clara y rotunda que Dios ama a cada uno de estos niños absolutamente vulnerables y quiere que vivan en la familia humana. Es un día en el que todos juntos podemos unirnos, salir a marchar públicamente y orar para que las autoridades pongan fin a la práctica infanticida del aborto.
A todos nos ha dado Dios el valiosísimo don de la vida; nos ha llamado por nuestro propio nombre y nos ha destinado a cumplir sus designios divinos. Vayamos, pues, hoy a darle gracias al Señor por todo lo que ha hecho por nosotros y a implorar la protección de la providencia divina para todos los niños aún no nacidos en el mundo.
“Gracias infinitas, Padre celestial, por considerarme hijo tuyo. Protege, te pido, a cada bebé no nacido aún y haz la luz en la conciencia de los jueces y legisladores en favor de la vida.”Isaías 8, 23—9, 3
Salmo 27(26), 1. 4. 13-14
1 Corintios 1, 10-13. 17
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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