IV Domingo del Tiempo Ordinario
Las enseñanzas de Cristo no son meros preceptos teóricos o abstractos, sino fruto directo de su experiencia personal. En el desierto de Israel, Jesús vio que la voluntad divina había dispuesto una forma de vida en la cual la prueba y la aflicción van desarrollando la rectitud y santidad en el ser humano.
El Señor nos enseña que toda vez que nos damos cuenta de cuánto hemos pecado, de la dureza con que hemos actuado o de la forma como acomodamos nuestras reacciones y actitudes según nos convenga, todas estas son ocasiones en las que él nos invita a soltar las riendas de nuestra vida y pedirle al Espíritu que sea él quien dirija nuestros pasos.
En las bienaventuranzas, Jesús enseñó cuál es para el creyente el significado de la vida en el Espíritu Santo. Por ejemplo, los pobres en espíritu saben que ellos carecen de los recursos necesarios para llevar a cabo la obra de Dios, por eso claman al Señor implorando la fortaleza divina. Los que se lamentan por el pecado propio anhelan recibir el perdón y el consuelo de Dios. Los de corazón limpio y los que sufren por hacer lo bueno y rechazar lo malo, podrán ver a Dios. Ninguna de estas actitudes se aprende en el aislamiento, sino en el ajetreo de la vida diaria, al tropezar con el pecado que contamina el mundo y con la oscuridad en nuestro propio corazón.
Dios conoce los sufrimientos que pasamos y nos aconseja que nos apoyemos en él. Además, promete fortalecernos y hacernos libres para que vayamos creciendo según el modelo de su propia imagen. Pero no debemos escudarnos tras nuestras propias pruebas, sino confiar en Jesús de todo corazón, para que también seamos de los bienaventurados de Dios. Cada vez que nos enfrentemos cara a cara con el pecado, corramos a refugiarnos en los brazos de nuestro Padre, que no solo nos perdona, sino que nos llena de su poder y su gracia.
“Padre eterno, cuéntame entre los que te aman y creen en ti, y concédeme, te lo ruego, luz para ver mi propia condición y cambiar de rumbo para acercarme más a ti.”Sofonías 2, 3; 3, 12-13
Salmo 146(145), 6-10
1 Corintios 1, 26-31
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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