lunes, 18 de septiembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Di, tan sólo, una palabra»

Señor, mi criado está en cama, paralítico, y sufre mucho. Si bien es un esclavo, no por ello, es menos hombre este que sufre. No mires la bajeza del esclavo, sino la gran gravedad de su mal». Así hablaba el centurión; y ¿qué que dice la Bondad suprema? : «Yo vengo y le curaré. Yo que, preocupado por los hombres, me he hecho hombre, he venido por todos, y no voy a despreciar a ninguno. Yo le curaré » Por la rapidez de su repuesta, Cristo aguijonea la fe : «Señor, no soy digno de que entres en mi casa.» ¿Te fijas en cómo el Señor, igual que un cazador, ha hecho salir la fe que estaba escondida en lo secreto de su interior ? «Di, tan sólo, una palabra y mi servidor será curado de su mal, liberado de la servidumbre de su enfermedad. Porque yo, que estoy sometido a unos superiores, tengo soldados bajo mis órdenes, i digo a uno : ‘Ves’, y va, a otro : ‘Ven’, y viene. Es así que he conocido la fuerza de tu poder. Es a partir de lo que tengo, que he reconocido a aquel que me sobrepasa. Veo los ejércitos de curaciones, veo las tropas de milagros esperando tus órdenes. Envíalas contra la enfermedad, envíalas como yo envío a un soldado.»

Y Jesús, admirado, dijo: No he encontrado una fe tan grande en Israel. El que era un extranjero, un no-llamado, que no formaba parte del pueblo de la alianza, que no participó de los milagros que hizo Moisés, que no había sido iniciado en sus leyes, que no había conocido las palabras de los profetas, por su fe ha adelantado a los otros.»



Basilio de Seleucia (¿-c. 468)
obispo
Homilía sobre el centurión; PG 85, 235s

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