viernes, 8 de septiembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23


Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:

Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.

Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;

Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.

Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;

Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.

Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;

Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.

Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías;

Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías;

Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;

Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.

Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;

Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.

Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:

La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".


RESONAR DE LA PALABRA

La Natividad de la Virgen María. Fiesta.

El Señor está contigo y con nosotros

La fiesta de la Natividad de María data del siglo V, cuando se edificó en Jerusalén una Iglesia, allí donde, según los apócrifos, había estado la casa de Joaquín y Ana. Naturalmente, ante la falta de datos bíblicos, la Palabra que escuchamos hoy es la que nos narra el nacimiento del hijo de María.

Solemos contemplar a María como un ser privilegiado, alejado en cierto sentido de nosotros, pobres pecadores. Pero, si lo consideramos con detención a la luz de la fe, comprendemos que los “privilegios” de María hablan, en realidad, de las gracias que Dios quiere derramar sobre todos nosotros por medio de Cristo. Así, si María nació inmaculada, sin mancha de pecado, esto nos habla de aquello que, según el designio de Dios, creador de un mundo “muy bueno”, sin sombra de mal (lleno de gracia), debería ser una realidad en todos nosotros, y puede llegar a serlo, puesto que todos estamos llamados ser santos e inmaculados en el amor (cf. Ef 1, 4). En María vemos la extrema bondad con la que el mundo salió de las manos de Dios y, en consecuencia, lo que todos deberíamos ser y seremos por medio de Cristo. En ella comprendemos que el pecado, por muy radical, extendido y fuerte que pueda ser, no tiene la capacidad de destruir el bien y la gracia con los que Dios ha creado el mundo.

La genealogía de Jesús, que precede al texto evangélico que hemos leído, también testimonia esta verdad: se trata de una historia tormentosa, salpicada de infidelidades y pecados, pero a través de la cual Dios va hilando la historia de su propia fidelidad, que llega a su culmen en el nacimiento en la carne de su Hijo, el Emmanuel, el Dios con nosotros. Pero la salvación en Cristo no es sólo una restauración de la creación herida por el pecado. Es mucho más: es una nueva creación. Y esto se manifiesta en que esa genealogía que garantiza la ascendencia legal de Jesús como hijo de David a través de José, no permite atribuir a este último la paternidad de Cristo, que nació de su esposa María.

El nacimiento, enteramente natural de María inmaculada, es el primer paso de esta nueva creación que se produce en toda su potencia en el nacimiento virginal de Jesús. El amor de Dios excede infinitamente los límites de la justicia y derrama sobre la humanidad una sobreabundancia de gracia.

De nuevo podemos pensar que aquí María sobresale tanto que deja a un lado a José y, con él, a todos nosotros. Pero no es así. Mateo en su evangelio nos regala una especie de “anunciación” de José, que lo convierte en actor necesario de esta historia de salvación. Si la primera creación tiene lugar sin nosotros, esta nueva creación no puede realizarse sin la cooperación humana: el sí incondicional de María, pero también la justicia prudente, generosa, despierta y obediente de José. En su acción salvífica, Dios no excluye, sino que vincula y busca alianzas, y enseña a hacer lo mismo a los que aceptan el reto.

En la natividad de María Inmaculada no nos sentimos excluidos de las gracias que la adornan, sino implicados y comprometidos para que Jesús, que nació de María Virgen, siga naciendo en nuestro mundo con nuestra cooperación.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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