domingo, 25 de febrero de 2024

CreerTE, EscucharTE y aceptarTE


Por todos nosotros, Él fue entregado.
Romanos 8, 32

Dios nos amó de tal manera que no dudó en dar a su Hijo único. Sin embargo, lo que San Pablo omite en el pasaje de hoy es la persistencia de Dios al darnos a su Hijo. Tampoco menciona la gran resistencia que mostramos al recibir a Jesús como el regalo de Dios para nosotros.

Inicialmente, Dios nos dio a su Hijo como un regalo de paz. María y José lo acogieron con un corazón abierto, al igual que algunos pastores, pero el resto del mundo pareció volverse contra él. Incluso Herodes y todo Jerusalén temieron y se estremecieron ante la noticia de su nacimiento (Mateo 2, 3).

Después, el Padre nos dio a Jesús como un regalo de sabiduría: “Este es mi Hijo amado”, proclamó (Mateo 3, 17). Lo envió para enseñarnos a vivir en amor mutuo. Pero en lugar de recibir a Jesús con humildad, cuestionamos cada uno de sus propósitos, endurecimos nuestro corazón y fuimos lentos para creer.

En el Monte de la Transfiguración, Dios lo presentó como un regalo de gloria: “Este es mi Hijo amado”, dijo de nuevo, añadiendo un ruego apasionado: “Escúchenlo” (Marcos 9, 7). Sin embargo, incluso Pedro no entendió el regalo. Intentó capturar la gloria de Jesús como un recuerdo estático en lugar de una presencia viva.

Dios incluso actuó a través de Pilato para darnos a Jesús, esta vez como el regalo del sacrificio: “¡Aquí tienen a este hombre! …llévenselo y crucifíquenlo ustedes”, exclamó. Ni siquiera sabía que era un instrumento para cumplir la misión de Jesús. Pero una vez más rechazamos este regalo: “¡Crucifícalo!”, respondimos (Juan 19, 6. 15).

El Domingo de Resurrección, Dios nos dio a Jesús de nuevo, esta vez como el regalo del perdón y la redención. Y todos los días desde entonces, sigue ofreciéndonos a Jesús en la humilde forma del pan y el vino: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”

Jesús está aquí, acéptalo, permite que él transforme tu corazón.

“Señor, te ruego que me ayudes a aceptarte
para que mi alma pueda ser sanada.”

cfr. La Palabra con nosotros
Devocionario católico
Publicación original del 25.02.24

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