lunes, 12 de febrero de 2024

CUARESMA EN EL SIGLO IV

En el siglo IV, con el edicto del emperador Constantino que otorga libertad a la Iglesia y pone fin a las persecuciones, se inicia el desarrollo definitivo del año litúrgico.


En este momento se establece un período de preparación penitencial y conversión para celebrar adecuadamente la Pascua. Este tiempo, que inicialmente variaba en duración según los lugares, se fija finalmente en cuarenta días, tomando como modelo los días que Jesús pasó en el desierto preparándose para su misión. Este es el tiempo de Cuaresma, que comienza el primer domingo de Cuaresma y termina el Jueves Santo, justo antes de iniciar la celebración de la muerte y resurrección de Jesús. El número 40, en la simbología judía, representa "un tiempo largo".

Este tiempo de preparación tiene un significado especial para aquellos que se preparan para el Bautismo, ya que la Cuaresma es el tiempo de preparación inmediata para el Bautismo que deben recibir en la Vigilia Pascual. Esto hace que, para los ya bautizados, la Cuaresma también tenga un tono de renovación del propio Bautismo, que se manifiesta con la renovación de las promesas bautismales en la noche de Pascua. Además, la Cuaresma es el tiempo en el que los pecadores que habían cumplido su tiempo de penitencia se preparaban para ser reconciliados y reincorporados a la comunidad.

Posteriormente, en el siglo VI, como los domingos no eran días penitenciales y se quería asegurar exactamente cuarenta días de penitencia, se adelantó el inicio de la Cuaresma al miércoles anterior al primer domingo, dando lugar al Miércoles de Ceniza.

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