En el campo del pecado, nadie es vencedor
Es más fácil apuntar los errores ajenos que reconocer las propias fragilidades. En las piedras de la condenación está el peso de nuestros propios pecados. En la sociedad que exige la perfección del otro, los propios pecados son enmascarados por las tinieblas de una vida auténticamente perfecta.
Conocer las propias fragilidades exige humildad. Sin embargo, la prepotencia de la acusación, muchas veces, habla más fuerte delante de los errores ajenos. Es fácil apuntar con el dedo los errores de otro, difícil es corregir nuestras propias fragilidades. Fácil es condenar, difícil es ser culpado delante de los propios pecados.
Entre lo que Jesús enseñó y lo que vivimos todavía existe un largo camino a transitar. Muchos son los fariseos que se convierten en jueces de sus semejantes. Si la regla de juego es juzgar, ¿por qué no comenzamos con nosotros mismos y nuestras fragilidades? En el campo del pecado ninguno es vencedor. Griegos y troyanos, cristianos y ateos, tiene un mismo punto en común: las fragilidades y pecados de quien es marcado por las imperfecciones.
Nadie nunca expone sus pecados anónimos en público, porque dar a conocer los propios errores e mostrar un carta de le propia fragilidad humana. Y ser frágil, en una sociedad que exige personas perfectas, puede ser perjudicial para una apariencia construida bajo la máscara de la perfección.
Solamente quien conoce sus propias fragilidades podrá mirar con misericordia a quien todavía no es perfecto.
Padre Flávio Sobreiro
(Bachiller en Filosofía por la PUCCAMP. Teólogo por la Facultad Católica de Pouso Alegro – G. Sacerdote de la Arquidiócesis de Pouso Alegro – MG) www.padreflaviosobreiro.com
(Bachiller en Filosofía por la PUCCAMP. Teólogo por la Facultad Católica de Pouso Alegro – G. Sacerdote de la Arquidiócesis de Pouso Alegro – MG) www.padreflaviosobreiro.com
Traducción: Exequiel Alvarez (@ExequielAlvarez)
FUENTE www.cancionnueva.com
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