Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando". El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido". Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
RESONAR DE LA PALABRA
Alejandro Carbajo, cmf
Queridos amigos, paz y bien.
Un día de la vida de Jesús. En el templo, primero. Después, con la familia y los amigos. A continuación, atender a los enfermos que venían de todas partes, y para tomar fuerzas, oración en soledad. Y vuelta a empezar.
Estoy seguro de que, a pesar de la multitud de gente con la que se veía Jesús, tenía una mirada de amor, una palabra, un gesto personalizado para cada uno. Cada persona, después del contacto con Cristo, se sentiría curada no solo por fuera, en la enfermedad, sino también por dentro. Esa mirada de amor sanaría el cuerpo y el alma. Y daría fuerzas para convertirse en testigo de la Buena Nueva.
Jesús iba por todas partes, para anunciar su mensaje. Sin descanso, sin prisa, pero sin pausa. Dando a todos y a cada uno una palmadita, una mirada amable, haciéndoles sentirse importantes, únicos, irrepetibles.
Para Dios todos somos únicos. Y no importa lo malos o buenos que seamos, siempre está ahí, al alcance de la mano, cerca. Y es que “el Señor se acuerda de su alianza eternamente”, como dice el salmo.
Acércate al Señor, cuando te sientas enfermo. En el cuerpo (para eso está el sacramento de la Unción de Enfermos) y en el alma (oración, sacramento de la Reconciliación…) Siempre puedes sentir esa mirada de amor.
Tú puedes convertirte en un transmisor de ese amor de Dios. Si lo has sentido en tu vida, puedes hacerlo. Si está leyendo esta página, será por algo. No dejes que la pereza te venza. Haz algo. De ti depende.
Tu hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.
fuente del comentario CIUDAD RECREO
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