viernes, 13 de enero de 2017

Meditación: Marcos 2, 1-12


San Hilario

Es difícil imaginárselo, pero piensa que tú eres el paralítico que tus amigos bajan en una camilla frente a Jesús. De repente, el Señor te pone la mano y te dice: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados.” Sientes un gran alivio, pero cuando los fariseos empiezan a murmurar y protestar, surge en tu interior una inquietante preocupación: “¡Sí, pero… todavía estoy paralizado!”

Claro, es lo que ven tus ojos, pero el Mesías vino no solo a perdonar tus pecados sino también a curarte. Luego, ves que Jesús te mira de nuevo y te dice: “Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.” Tú te incorporas poco a poco y luego te pones a brincar de alegría. ¡Estás curado, puedes caminar!

El Señor vino a salvar y sanar a la persona completa, alma y cuerpo, de la devastación causada por el pecado. Ahora que el Señor te sanó, ¿crece tu fe en él? Así trabajó Cristo, predicando y haciendo obras milagrosas, porque los humanos tendemos a “ver para creer” y lo que el Señor quiere es la fe de sus fieles: “Dios quiere… que crean en aquel que él ha enviado” (Juan 6, 29).

Más adelante, Cristo envió a 72 discípulos suyos con la misión de predicar la buena noticia y curar a los enfermos (Lucas 10, 1-9). Esto es lo que la Iglesia también ha estado haciendo desde el principio: ser un instrumento del Señor para salvar y sanar.

Ahora bien, tú y yo somos parte de la Iglesia, de modo que también tenemos la misión de llevar la luz de Cristo a cuantos están aún distantes de él, sean católicos o no, y si tienes algún familiar, amigo o compañero de trabajo que necesite curación física, ¿por qué no te ofreces a orar por él o ella para que sane? No se necesita ninguna fórmula especial; nada más que orar con fe y esperar que Dios haga grandes cosas. En tu oración personal, pídele al Señor que te indique cómo puedes hablarle a una persona enferma y cómo y cuándo puedes rezar para que se cure. Él te lo mostrará.

Casi todos creemos que Dios sana interiormente y perdona los pecados, pero no estamos tan seguros de la curación física. Abre los ojos de tu fe y ve al Señor que está allí contigo tocando al enfermo. ¡Te sorprenderá lo que puede suceder si confías en Dios!
“Jesús, Señor mío, pon en mi camino a personas a quienes yo pueda hablarles de ti y de tu amor, para que tú las sanes y demuestres tu poder y así seas glorificado.”
Hebreos 4, 1-5. 11
Salmo 78(77), 3-4. 6-8

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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