“José, hijo de David, no temas.”
José abrazaba
al Hijo del Padre celestial
hecho un recién nacido
Y lo servía como a su Dios.
Se complacía
como en la bondad misma;
lo veneraba
como al justo por excelencia.
Grande fue su perplejidad
¿Cómo es posible,
Oh Hijo del Altísimo
de ver en ti a un hijo?
Contra tu madre me irritaba
y pensaba repudiarla.
Y no sabía
que en su seno posaba un gran tesoro
Que enriqueció
de improvisto mi pobreza.
El rey David
surgió de mi raza
y fue coronado.
¡Qué gran despojo me alcanza!
En lugar de ser rey soy artesano;
Pero me ha tocado una corona
Ya que sobre mi corazón reposa
el Soberano de todos los reinos.
San Efrén (c. 306-373)
Diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Himno para Navidad
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