La voz de la gracia
La conciencia es la voz de Dios. En la mayoría de los hombres, esta voz es despreciada o escuchada mal o apagada totalmente. Es despreciada en los que no quieren hacer lo que ella dice, mal escuchada en los que le hacen decir lo que ellos quieren, apagada en los que la rechazan sin reprocharse nada. Este último estado es sin dudas el peor, ya que es difícil salir, es una situación desesperada. Pero los otros estados conducen a él, así que resultan peores aún, aunque se hubiera podido salir más fácilmente de ellos. El último estado es la pena de los otros.
Despreciar esta voz es el primer paso. Ella nos advierte sobre el mal que hemos hecho, el que debemos evitar, el bien que podemos hacer. Por una vez que la obedecemos, ¿cuántas veces no la escuchamos? Sin embargo, es la voz del hombre, la voz con la que juzgamos, la voz de lo que estimamos razonable. Por eso Dios sólo nos condenará con el juicio que hemos hecho nosotros, de nosotros mismos. Es la voz de la gracia. Este aviso, este buen consejo que reciben en lo profundo del corazón, tiene el precio de la sangre de Jesucristo, germen de eternidad, voz del Espíritu Santo.
San Claudio de la Colombière (1641-1682)
jesuita
Reflexiones cristianas (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org
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