Todo resultado en la vida es fruto de un antes que nos costó mucho. A veces nos llevan años y esfuerzos algunas conquistas. Son el fruto de mucho caminar. La madurez espiritual y psico-afectiva son uno de esos frutos que nos otorgan equilibrio interior y nos permiten enfrentar los conflictos del presente. Sí, debemos asumirlo: la madurez es obra de tiempos duros. El inmaduro no puede ni siquiera percibir este proceso, el todo que tenemos y disfrutamos en nuestro presente. El inmaduro solo quiere gozar de lo bueno negando lo no tan bueno que tiene la vida.
Hay restricciones que nos educan, que disciplinan nuestra voluntad quebrada por el pecado y son, en incontables ocasiones, los peldaños que usa la gracia para modelarnos.
Cuando la voz interior que resuena dentro de cada uno de nosotros es máss fuerte que los rugidos de los miedos y las adversidades demos gracias, alabemos al Paráclito pues Su gracia está actuando llevándonos hacia nuevas conquistas que nos harán cantar victoria.
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