Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: «Señor, si quieres, puedes purificarme». Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado" Y al instante la lepra desapareció"
Aproximémonos a Nuestro Señor Jesús con fe, para que Él nos purifique de todos nuestros pecados y lepras de forma que vivamos la verdadera dignidad de los hijos de Dios, como aconteció con el leproso.
Asumamos a Cristo como el único Señor de nuestra vida.
Hoy, el Señor nos invita a reconciliarnos con Él por intermedio de la confesión.
Busquemos un sacerdote y confesemos todos nuestros pecados.
"Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron." Lc 18,13
Perdonar y pedir perdón puede ser, para muchos, vivir en connivencia con el error, pero para nosotros, que creemos y experimentamos la bondad de Dios, sabemos que la Misericordia Divina siempre es una invitación a la conversión y el cambio de vida.
"De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños." Lc 18,14
No tengamos miedo de ser misericordiosos y de arrepentirnos y cambiar de vida.
Jesús, en Vos confío!
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