Ron Rolheiser
Traducción Julia Hinojosa
Lunes 05 de Noviembre del 2012
Vivimos con demasiado temor de Dios. Este temor tiene muchas caras, desde el miedo supersticioso de los ingenuos, al miedo legalista de los más escrupulosos, hasta el miedo intelectual de los muy sofisticados.
Al final, todos luchamos para creer que Dios es la última persona de la que debiéramos tener miedo. Sin embargo, cada uno a su manera, todos batallamos con el temor de Dios.
Por supuesto, existe un miedo saludable, no sólo a Dios, sino también a cualquier persona a quien amamos. Las Escrituras nos dicen que "el temor de Dios es el principio de la sabiduría", sin embargo el temor, en este contexto, no se entiende como el miedo al castigo ó la arbitrariedad. El temor de Dios en su sentido más sano es básicamente el miedo del amor, el miedo de no vivir con la debida reverencia y respeto ante la persona que amamos, a saber, el temor a violar los límites apropiados del amor. Pero ese temor no es el temor al infierno, que es como comúnmente se entiende. El miedo es la antítesis de la fe y una señal de que algo anda mal en nuestro amor. No tenemos miedo de lo que amamos y de lo que verdaderamente nos ama.
Todo dentro de nuestra fe cristiana nos invita a acercarnos a Dios en la intimidad más que en el miedo. De hecho, en casi todos los casos que narran las Escrituras donde Dios aparece en la vida cotidiana, ya sea a través de un ángel, un fenómeno especial, o a través de una aparición de Cristo resucitado, las primeras palabras son invariablemente: "¡No tengáis miedo!" La calma ante el miedo, no su intensificación, es el criterio de discernimiento normal de que la voz que se escucha proviene de amor.
Con esto en mente, me gustaría ofrecer diez principios, enraizados en la persona y la revelación de Jesús, que esperemos puedan ser de ayuda para purificar nuestra imagen de Dios, para que nuestra fe pueda deshacerse del temor en lugar de avivarlo.
Empiezo con una historia que, aunque cierta, puede servir como parábola para exponer y realzar muchos de nuestros miedos inconscientes a Dios:
El temor a que Dios no sea tan comprensivo y compasivo como nosotros.
El temor a que Dios no tenga un gran corazón como nosotros.
El temor a que Dios no conozca nuestro corazón y no puede distinguir entre herida y frialdad, inmadurez y pecado.
El temor a que Dios nos dé una sola oportunidad y no pueda soportar nuestros pasos en falso y nuestras infidelidades.
El temor a que Dios no respete nuestra humanidad, que Dios nos creara de una manera, y sin embargo quiera que vivamos de otra manera para salvarnos.
El temor a que Dios se sienta amenazado por nuestros logros, como un pequeño tirano.
El temor a que Dios se sienta amenazado por nuestras dudas y preguntas, como un líder inseguro.
El temor a que Dios no pueda hacer frente las preguntas intelectuales y culturales de nuestro mundo, por lo que deba, de alguna manera, ser separado y protegido como un novato demasiado piadoso.
El temor a que Dios no esté tan interesado en nuestras vidas como nosotros lo estamos y esté menos interesado por nuestra salvación y la de nuestros seres queridos como nosotros lo estamos. Y no menos importante, temor a que Dios sea tan impotente ante nuestra impotencia moral como nosotros lo somos.
Aquí está la parábola: Hace bastantes años, yo estaba en el funeral de un joven que había muerto trágicamente en un accidente de automóvil. En el momento de su muerte, superficialmente, su relación con su iglesia y algunas de sus enseñanzas morales estaban lejos de ser lo ideal: no asistía a la iglesia regularmente, vivía con su novia fuera del matrimonio, no estaba preocupado por los pobres ó la comunidad en general, y estaba, simplemente, siempre de fiesta. Sin embargo, todos los que le conocían también sabían de su bondad esencial y de su corazón maravilloso. No había ni una pizca de malicia en él y el cielo sería siempre un lugar con menos color y más empobrecido si él no estuviera allí. En la recepción después de la ceremonia religiosa, una de sus tías me dijo: "Era una buena persona, si yo estuviera a cargo de las puertas del cielo, sin duda, lo dejaría entrar" Le aseguré que, sin duda, Dios se sentía de la misma manera, teniendo en cuenta que la comprensión y el perdón de Dios superan infinitamente al nuestro.
¿Cuáles son los diez principios que nos ayudan a vivir con menos miedo?
- El conocimiento de Dios y su comprensión superan al nuestro.
- La compasión y el perdón de Dios superan al nuestro.
- Dios respeta la naturaleza, nuestra condición humana, y nuestras tedencias innatas.
- Dios es un Padre que bendice, no una amenaza.
- Dios puede manejar nuestras preguntas y nuestras dudas y enfados.
- Dios lee el corazón y conoce la diferencia entre herida y malicia.
- Dios nos da más de una oportunidad, abriendonos otra puerta cada vez que cerramos una.
- Dios desea nuestra salvación y la salvación de nuestros seres queridos más que nosotros.
- Dios es el autor de todo lo que es bueno.
- Dios puede, y lo hace, descender a los infiernos para ayudarnos.
"No hay temor en el amor, más bien, el amor perfecto echa fuera al temor. Porque el temor lleva en sí el castigo, y el que teme no se ha perfeccionado en el amor." 1 Juan 4, 18
Fuente: Portal Ciudad Redonda
http://www.ciudadredonda.org/articulo/vivir-con-menos-miedo
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