“Sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados”
El amor de Dios, sale al encuentro de los pecadores, es proclamado a nosotros por una mujer pecadora. Pues llamando a ella, es a toda nuestra raza a quien Cristo invita al amor; y en su persona, son todos los pecadores los que atrae a su perdón. El habla a ella sola; pero el convida a su gracia a la creación entera...
¿Qué no será tocado por la misericordia de Cristo, él que, por salvar a una pecadora, acepta la invitación de un fariseo? A causa de ésta hambrienta de perdón, el mismo quiere tener hambre en la mesa de Simón el fariseo, entonces, bajo la apariencia de una mesa de pan, él había preparado a la pecadora una mesa de arrepentimiento...
A fin de que sea así por ti, toma conciencia que tu pecado es grande, pero desesperar de tu perdón cuando tu pecado te parece muy grande, es blasfemar contra Dios y hacerte daño a ti mismo. Pues si él ha prometido perdonar tus pecados sea cual sea su nombre, ¿vas tú a decirle que no puedes creer y declararle: “Mi pecado es muy grande para que tú lo perdones”. Tu no puedes curarme de mis males? Allí, párate y grita con el profeta: “Yo he pecado contra ti, Señor”(Sl 50,6). Inmediatamente te responderá: “Yo he pasado por encima de tu falta, no morirás”. A él la gloria por todos nosotros, en los siglos. Amén.
Un autor siríaco anónimo del siglo VI
Homilías anónimas sobre la pecadora, 1, 4.5.19.26.28
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