“Id también vosotros a la viña...”
Es evidente que esta parábola se dirige tanto a los que viven en la virtud desde su juventud y a los que se vuelven virtuosos en la vejez: a los primeros para preservarlos del orgullo e impedir que hagan reproches a los de la hora undécima; a los segundos para enseñarles que pueden merecer el mismo salario en poco tiempo. El Salvador acababa de hablar de la renuncia a las riquezas, del desapego de todos los bienes, virtudes que exigen un corazón grande y ánimo firme. Para ello es necesario el ardor y la generosidad de una alma joven. El Señor reaviva en ellos la llama de la caridad, fortifica sus sentimientos y les manifiesta que, incluso los de la última hora, reciben el salario de toda la jornada...
Todas las parábolas de Jesús, la de las diez vírgenes, la de la red, de las espinas, de la higuera estéril, nos invitan a mostrar nuestra virtud en nuestras acciones. Jesús habla poco de los dogmas porque no piden mucho esfuerzo. Pero habla a menudo de la vida. Mejor dicho, hablo continuamente de la vida porque es un combate permanente con sus penas imparables.
San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre San Mateo,nº64, 4
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