“No debías haber tenido compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?” (Mt 18,33)
¡Oh, Dios mío, Trinidad Santa, quiero adorar tu misericordia con cada respiro de mi vida, con cada latido de mi corazón, con cada pulsación. Quiero ser transformada en tu misericordia y ser así un reflejo viviente de ti, Señor! Que el mayor atributo de tu divinidad, tu misericordia insondable, se expande en mi alma y por mi corazón para cada uno de mis prójimos.
¡Ayúdame, Señor, para que mis ojos sean misericordiosos, que no juzgue ni sospeche nunca por solas las apariencias, antes bien sepa considerar la belleza de alma en mi prójimo y vaya en su auxilio! ¡Ayúdame, Señor, para que mi oído sea misericordioso, inclinándose ante las necesidades de mi prójimo y no quede indiferente ante sus sufrimientos y sus quejas! ¡Ayúdame, Señor, para que mi lengua sea misericordiosa; que nunca hable mal del prójimo sino que tenga para cada uno de ellos palabras de consuelo y de perdón! ¡Ayúdame, Señor, para que mis manos sean misericordiosas; llénalas de buenas obras para que sepa hacer el bien al prójimo y cargarme con los trabajos más duros y desagradables! ¡Ayúdame, Señor, a que mis pies sean misericordiosos, corriendo en auxilio de mi prójimo, olvidando mi propia fatiga y mi repugnancia! Mi auténtico descanso consiste en servir al prójimo.
¡Ayúdame, Señor, a que mi corazón sea misericordioso para comprender los sufrimientos de mi prójimo! No cerraré mi corazón ante nadie; estaré cerca precisamente de aquellos que sé que van a abusar de mi bondad. Yo me refugiaré en el corazón misericordioso de Jesús. Acallaré mis propios sufrimientos. ¡Que tu misericordia, Señor, se derrame sobre mí!
Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
religiosa
Pequeño diario, 163
No hay comentarios:
Publicar un comentario