Un corazón realmente de Dios
Comprendamos que nuestro corazón pertenecerá enteramente a Dios desde el día que le remeteremos toda nuestra voluntad, cuando no queramos más que lo que él quiere. Dios sólo desea nuestro bien y felicidad. “Cristo ha muerto, dice el Apóstol Pablo, para ser el Señor de muertos y vivos. Sea que vivamos, sea que muramos, pertenecemos al Señor” (cf. Rom 14,8-9). Jesús quiso morir por nosotros, ¿qué más podía hacer para conquistar nuestro amor y devenir el único Maestro de nuestro corazón? A nosotros ahora, con nuestra vida y nuestra muerte, mostrar al cielo y a la tierra que no nos pertenecemos más, sino que somos enteramente de nuestro Dios y sólo de él.
¡Cuánto desea Dios ver un corazón todo suyo! ¡De qué ardiente amor lo ama! ¡Qué marcas de ternura le prodiga desde ahora! ¡Que bienes, felicidad y gloria le prepara en el cielo! (…)
¡Almas fieles! Caminemos al encuentro de Jesús: Si tiene la felicidad de poseernos, nosotros tenemos la felicidad de poseerlo a él: el intercambio es mucho más ventajoso para nosotros que para él. “Teresa”, dijo un día el Señor a la santa de Ávila, “hasta aquí no fuiste enteramente mía. Ahora que eres toda a mí, debes saber que soy enteramente a ti”. (…) Dios arde de un extremo deseo de unirse a nosotros, pero es necesario que tengamos especial cuidado en unirnos a él.
San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
obispo y doctor de la Iglesia
6º Discurso de la novena de Navidad (Œuvres spirituelles, Noël, Saint-Paul, 1993), trad. sc©evangelizo.org
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