"Entonces ayunarán"
Entrégate, alma mía, al arrepentimiento; únete a Cristo por el pensamiento; grita gimiendo: "Concédeme el perdón de mis malas acciones, con el fin de que reciba de ti, que sólo eres bueno (Mc 10,18), la absolución y la vida eterna "...
Moisés y Elías, estas torres de fuego, eran grandes en sus obras... Son los primeros entre los profetas, hablaban libremente a Dios, les gustaba acercársele para rogarle y dialogar con él cara a cara (Ex 34,5 1R 19,13) - cosa asombrosa e increíble. Sin embargo, procuraban recurrir al ayuno, que los llevaba a Dios (Ex 34,28; 1R 19,8). El ayuno, con las obras, proporciona pues la vida eterna.
Por el ayuno, los demonios son rechazados como por una espada, porque no soportan las alegrías; lo que les gusta, es el jugador y el borracho. Pero si miran de cara el ayuno, no lo pueden ver; huyen muy lejos, como nos enseña Cristo, nuestro Dios, diciendo: "Por el ayuno y la oración caen los demonios" (cf Mc 9,29). Por eso nos enseña que el ayuno les da a los hombres la vida eterna...
El ayuno conduce a los que lo practican, a la casa paternal de donde Adán fue expulsado... Es Dios mismo, el amigo de los hombres (Sb 1,6), quien primero había confiado al ayuno, al hombre al que había creado, como a una madre cariñosa, como a un maestro. De un solo árbol le prohibió comer (Gn 2,17). Y si el hombre hubiera observado este ayuno, habría vivido con los ángeles. Pero lo rechazó y encontró penas y muerte, la aspereza de las espinas y de las zarzas, y la angustia de una vida dolorosa (Gn 3,17s). ¡Entonces, si en el Paraíso el ayuno se revela provechoso, cuánto más lo es aquí abajo, para proporcionarnos la vida eterna!
San Romano el Melódico (?-c. 560)
compositor de himnos
Himno «Adán y Eva», 1-5; SC 99
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