“La casa se impregnó con la fragancia del perfume”
Leemos en el evangelio: “Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús” (Mc 14,3). Esta mujer los concierne directamente a ustedes, que van a recibir el bautismo. Rompió el frasco para que Cristo, el Ungido del Señor, los convirtiera en cristianos por la unción. El Cantar de los Cantares lo proclama “Sí, el aroma de tus perfumes es exquisito, tu nombre es un perfume que se derrama: por eso las jóvenes se enamoran de ti. Llévame contigo: ¡corramos!” (cf. Cant 1,3-4). Mientras el perfume permanecía guardado, mientras Dios no era conocido en Judea y su nombre sólo era grande en Israel (Sal 76 (75),2), las doncellas no seguían a Jesús. Pero desde que se derramó por el mundo entero, los creyentes siguieron al Salvador. (…) Este hecho recuerda que “si el grano de trigo que cae en tierra (...) muere, da mucho fruto” (cf. Jn 12,24). De igual forma, si no se rompe el frasco, no nos podemos ungir con el perfume.
Esta mujer no es la misma que es nombrada en otro evangelio, por haber bañado con lágrimas los pies del Señor (Lc 7,38). Ella era hasta entonces era un pecadora de mala vida (...), inunda con sus lágrimas los pies del Salvador y los seca con su cabellos. Pero sólo en apariencia lava los pies del Salvador, en realidad es ella la que es lavada de sus pecados. (...)
Les ocurrirá lo mismo a ustedes que recibirán el bautismo, ya que todos somos pecadores y “¿quién sacará lo puro de lo impuro? Nadie, ciertamente. Ya que sus días están determinados y tú conoces el número de sus meses” (Jb 14,4). Empiecen por tomar los pies del Salvador, báñenlos con sus lágrimas, séquenlos con sus cabellos, tóquenle la cabeza como hace esta mujer en el evangelio de Marcos. Cuando desciendan a la fuente de Vida con el Salvador, deben contemplar cómo el perfume llega a la cabeza del Salvador. Porque si “Cristo es la cabeza del hombre” (1 Cor 11,3), también sus cabezas deben estar perfumadas, ya que por el bautismo recibirán esta unción.
San Jerónimo (347-420)
sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Marcos (Marc commenté par Jérôme et Jean Chrysostome, Les Pères dans la Foi n° 32, DDB 1986), trad. sc©evangelizo.org
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