martes, 26 de abril de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,7b-15


Evangelio según San Juan 3,7b-15
Jesús dijo a Nicodemo: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.

El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".

"¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo.

Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?

Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.

Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?

Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.

De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,

para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Se puede ser santo y sabio. San Isidoro fue el hombre más docto de su tiempo. Había nacido en Cartagena (Murcia) el año 560. Huérfano de padre y madre, fue confiado a su hermano Leandro, quien lo educó admirablemente en la vida cristiana. Adquirió una incomparable erudición logrando dominar el latín, el griego y el hebreo. Se hizo monje, y al final, a la muerte de su hermano, fue nombrado arzobispo de Sevilla.

Colabora con Sisebuto, Sisenando y Suintila, reyes godos, a la estabilidad del reino. Restaura la vida monástica. Anima la vida religiosa en aquel imperio romano-visigodo, siendo algo así como el Primado de aquel reino. Escribió obras importantísimas como la Historia de los godos, vándalos y suevos, Hombres Ilustres, Libro de las Sentencias y, sobre todo, Las Etimologías, que viene a ser como una enciclopedia del saber de aquel tiempo. Murió en Sevilla el 23 de abril del año 636.

San Isidoro de Sevilla sirvió a Dios y a los hombres gobernando, escribiendo, organizando, animando, restaurando. Su vida nos está indicando que se puede ser santo y sabio, ciudadano de la ciudad celeste y ciudadano de la ciudad terrestre, fiel a Dios y fiel al mundo, místico e ilustrado contemplativo y comprometido, orante y gobernante.

Podremos ser cristianos normales o seres vulgares, hombres descreídos o personajes mundanos, pero cuando hemos estado en contacto con los santos nos va a ser muy difícil dudar acerca de la verdad del evangelio, de la realidad de Dios, y de que los santos son excelentes humanos que contribuyen con su presencia y sus obras a la iluminación de este mundo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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