“Tú iluminas esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor”
Hoy la Iglesia, la heredera, está de gozo. Su esposo, Cristo, que ha padecido, acaba de resucitar… ¡Alégrate, Iglesia, Esposa de Cristo! La Resurrección de tu Esposo te ha levantado de la tierra en la que los viandantes te pisoteaban con sus pies… ¡Oh maravilla!... Un solo grano ha sido sembrado, y el mundo entero se ha alimentado de él. Como hombre, ha sido inmolado; como Dios, ha sido devuelto a la vida y da vida a la tierra… Como cordero, ha sido degollado, y como pastor, por el cayado de su cruz, ha dispersado el rebaño de los demonios. Como una bujía sobre el candelabro, se apagó sobre la cruz, y como un sol, se levantó del sepulcro. Se han cumplido dos prodigios: el día ha oscurecido cuando Cristo ha sido crucificado, y en su resurrección, la noche ha brillado como el día. ¿Por qué se oscureció el día? Porque, tal como está escrito, “se envolvió en un manto de oscuridad” (Sl 17,12). ¿Por qué la noche ha brillado como el día? Porque, como dice el profeta: “Ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día” (Sl 138,12).
¡Oh noche más clara que el mediodía! ¡Noche más luminosa que el sol! ¡Noche más blanca que la nieve, más brillante que las antorchas, más dulce que el paraíso! ¡Oh noche que no conoces ninguna tiniebla, que nos alejas el sueño y nos hacer velar con los ángeles! ¡Noche pascual, espanto de los demonios, esperada durante un año! ¡Noche nupcial de la Iglesia, que haces nacer a los nuevos bautizados y despojas al demonio dormido! ¡Noche en la que el heredero introduce a los coherederos en su herencia!
Asterio de Amasía (¿-c. 410)
obispo
Homilía 19 sobre el salmo 15
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