«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse»
No tienes «aquí domicilio permanente» (Hb 13,14). Dondequiera que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente unido con Cristo. ¿Qué miras aquí no siendo éste el lugar de tu descanso? En los cielos debe de ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú también con ellas. Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas.
En el altísimo pon tu pensamiento, y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la pasión de Cristo y habita gustosamente en sus sagradas llagas. Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes. Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas y desamparo de amigos y conocidos, y en suma necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado, y ¿tú te atreves a quejarte de alguna cosa?....
Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo. Si una vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesús, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías más de la injurias que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo. El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las aficiones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y descansar gozosamente. Aquel a quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio y enseñado más de Dios que de los hombres.
Imitación de Cristo
tratado espiritual del siglo XV
II, c. 1
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