Juan fue Precursor de Cristo por su nacimiento, su predicación, bautismo y muerte... ¿Se puede encontrar una sola virtud, un género de santidad, que el Precursor no haya poseído en su más alto grado? ¿Cuál de los santos ermitaños se ha impuesto por regla no alimentarse con otra cosa que miel silvestre y ese desagradable alimento, la langosta? Algunos renuncian al mundo y huyen de los hombres para vivir santamente. Juan es todavía un niño cuando se adentra en el desierto y elige resueltamente habitar en la soledad. Renuncia al derecho de sucesión al sacerdocio de su padre, para poder con toda libertad, anunciar al verdadero y soberano Sacerdote. Los profetas han anunciado por adelantado la venida del Salvador, los apóstoles y otros discípulos que enseñan en la Iglesia, dan testimonio que esta venida realmente tuvo lugar. Pero Juan lo muestra ya presente entre los hombres. Son muchos los que han guardado la virginidad y no han manchado la blancura de sus vestidos (cf. Apo 14,4), pero Juan renuncia a toda compañía humana a fin de arrancar las apetencias de la carne desde sus raíces, y habita entre las bestias salvajes lleno de fervor espiritual
Juan, en el centro del coro púrpura de los mártires, lo preside como maestro de todos ya que combatió valientemente y murió por la verdad. Llegó a ser el adalid de todos los que combaten por Cristo y fue el primero en plantar en el cielo el estandarte triunfal del mártir.
San Pedro Damián (1007-1072)
benedictino, obispo de Ostia, doctor de la Iglesia
Homilías 24-25 (Sermon 24-25, PL 144, 857), trad. sc©evangelizo.org
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