La humilde Virgen es ascendida hasta el trono de gloria
Honoremos con homenaje asiduo a la Reina del Cielo, Madre de la vida, fuente de misericordia, que desborda de delicias y se apoya en su Bien-Amado. Alabémosla, aunque nuestra alabanza sea imperfecta. (…)
Elevada más alto que los árboles del Paraíso y exaltada más allá que las extremas cimas de las más grandes montañas, entra en los cielos con increíble majestad, sostenida por los coros de las jerarquías celestes y circundada con las danzas de vírgenes. (…) ¡Felices, Señor, los que habitan en tu casa! Te alabarán por los siglos de los siglos. En ti será alabada también, no Eva (…), sino María, que ha dado la vida, es madre y nodriza de todos, es vida de vivientes. En ti será alabada tu Madre.
¡Qué escuchen los mansos y se alegren! (…) La humilde Virgen sube, coronada, hasta el trono de gloria. ¡Qué escuchen los humildes y se alegren! Se derrumba el que se elevó presumiendo de sí mismo. María se hace ofrenda, librándose entera a la plenitud de la gracia. La bienaventurada Virgen, con su inigualable mérito, se tiene presencia del Creador, intercediendo en nuestro favor con su poderosísima oración. (…)
Resplandecerá en todo su esplendor, la que desde su seno virginal, puerta sellada, iluminó al mundo con Dios, Rey de gloria.
San Amadeo de Lausanne (1108-1159)
monje cisterciense, obispo
Homilía mariana VIII (SC 72, Huit homélies mariales, Cerf, Paris, 1960), trad. sc©evangelizo.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario