« Verán los cielos abiertos y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre »
La gloria de todos los apóstoles es tan indisociable, tan unida por el cemento de tantas gracias, que cuando se celebra la fiesta de uno de ellos es la grandeza común de todos los apóstoles que se quiere hacer recodar a nuestra mirada interior. En efecto, ellos se comparten la misma autoridad de jueces supremos, el mismo rango de dignidad, ellos poseen el mismo poder de atar y de absolver (Mt 19,28; 18,18). Ellos son esas perlas preciosas que san Juan nos dice haber contemplado en el Apocalipsis con las cuales las puertas de la Jerusalén celeste han sido construidas (Ap 21,14.21)… En efecto, cuando, por medio de los signos o de los milagros los apóstoles irradian la luz divina; ellos abren el acceso de la gloria celestial de Jerusalén a los pueblos que se han convertido a la fe cristiana.
Es de ellos que el profeta dice también: « ¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes?» (Is 60,8). Dios eleva el espíritu de sus predicadores a la contemplación de las verdades de arriba de manera que ellos puedan propagar abundantemente la lluvia de la palabra de Dios en nuestros corazones. Es así que ellos beben el agua de la fuente para darnos de beber después. San Bartolomé extrajo plenamente de esa fuente, cuando el Espíritu Santo descendió sobre él como sobre los demás apóstoles bajo la forma de lenguas de fuego (Hch 2,3).
Pero tú escuchas hablar de fuego y talvez no ves la relación con el agua. Escucha como el Señor llama agua a este Espíritu Santo que bajó como un fuego sobre los apóstoles. «Si alguien tiene sed, ha dicho, que venga a mí y que beba», y agrega diciendo: «Del que cree en mi- la Escritura lo dice- de su corazón manarán ríos de agua viva», el evangelista explica esto diciendo: «Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él» (Jn 37:39). De los que creen, el salmista dice también: «se sacian con las provisiones de tu casa en el torrente de tus delicias los abrevas, pues en ti está la fuente de la vida». (Sal 35,9-10).
San Pedro Damián (1007-1072)
benedictino, obispo de Ostia, doctor de la Iglesia
Sermón 42, Segundo para la fiesta de San Bartolomé; PL 144, 726 (trad. frm©evangelizo.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario