martes, 29 de agosto de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 6,17-29


Evangelio según San Marcos 6,17-29
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.

Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".

Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,

porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.

La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".

Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".

Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.

La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.

En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.

El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.


RESONAR DE LA PALABRA

Martirio de San Juan Bautista

En los juegos del poder siempre termina perdiendo el más débil. El Evangelio de hoy es un claro ejemplo. No nos queda claro quién era el que verdaderamente mandaba en aquel palacio. Ciertamente era Herodes el que tenía el poder nominal. Él era el rey. Pero su mujer parece que también mandaba mucho. Y entre los dos había una cierta pugna por ver quién mandaba realmente. La lucha entre marido y mujer llegó hasta tal punto que el rey se vio obligado a hacer lo que, según el Evangelio, no quería hacer. Terminó matando, asesinando al profeta.

Lo lógico era que se hubiesen enfrentado con claridad los dos aspirantes al poder total: Herodías y Herodes. Y entre ellos hubiesen dirimido el conflicto. Lo lógico era que uno de ellos hubiese resultado ganador y el otro se hubiese llevado las heridas. Pero no fue así. No suele ser así. La lucha se dirimió en otro terreno y terminó llevándose las heridas mortales el tercero en discordia, la parte más débil: el profeta. Herodes y Herodías no llegaron casi ni a tener un debate dialéctico. Todo quedó entre ellos muy educado. Ni una mala palabra. Pero Juan terminó decapitado.

Suele ser así. Cuando dos poderes se enfrentan, suelen otros los que se llevan la peor parte. Revisemos la historia y así ha sido en casi todas las guerras. Basta con recordar lo que se llamó la guerra fría durante los años 50 y 60 del pasado siglo. Rusia y los países occidentales no se enfrentaron nunca directamente. Fueron muchos países pobres donde se enfrentaron los grandes, pero siempre a través de intermediarios que eran los que ponían la sangre. Pero no hay que pensar solo en las naciones, podemos pensar también en las empresas, los partidos políticos, las familias, los grupos de amigos y, para ser realistas, también en la iglesia pasan estos juegos de poder.

Jesús renunció a participar en esos juegos de poder. Así terminó como terminó, en la cruz. ¿Cuándo conseguiremos que el poder sea un servicio y no ocasión de dominación y opresión de los más pobres?

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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