Honra a Belén, que te condujo al cielo
Es necesario que yo sea sepultado con Cristo, resucite con él, herede con él el cielo, devenga hijo de Dios. He aquí el gran misterio para nosotros, he aquí lo que es para nosotros el Dios encarnado, hecho pobre por nosotros.
Vino para elevar la carne, salvar su imagen, restaurar al hombre. Vino para hacernos perfectamente uno, en Cristo. En Cristo, que vino perfectamente y completamente en nosotros, para poner en nosotros todo lo que él es. No hay más ni judío ni pagano, ni esclavo ni hombre libre, ni hombre ni mujer, todas características de la carne. Sólo existe la divina imagen que llevamos en nosotros, según la que fuimos creados, que es necesario se forme y grabe en nosotros, tan fuerte, que sea suficiente para que nos reconozcan.
¡Cada misterio de Cristo es una fiesta de alegría! Ellos significan mi perfección, mi restauración, mi retorno a la inocencia del primer Adán. Celebra la Natividad, que ha desligado las ataduras de tu natividad, honra a la pequeña ciudad de Belén, que te condujo al cielo, venera al pesebre en el que fuiste alimentado por el Verbo. Corre tras la estrella, con los magos ofrece tus presentes -oro, incienso, mirra- al Rey y Dios hecho hombre, muerto por ti. Glorifica Dios con los pastores, con los ángeles canta himnos e intégrate al coro de los arcángeles.
San Gregorio Nacianceno (330-390)
obispo y doctor de la Iglesia
Oración 7.38 (Le corps mystique du Christ, Desclée de Brouwer, 1936), trad. sc©evangelizo.org
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