miércoles, 27 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 20,2-8


Evangelio según San Juan 20,2-8
El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.

Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,

y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
RESONAR DE LA PALABRA

Hace tiempo, en las escuelas de comunicación los cuatro evangelios se estudiaban como ejemplo de crónica periodística. El qué, cómo, cuando, porqué etc. exigibles en el género se cumplen en cada uno de ellos y, además presentan unos rasgos de estilo que identifican no solo al autor sino también a los muchos personajes que se presentan en los cuatro textos. Cada uno de los doce elegidos por el Señor aparece en ellos con unos pocos rasgos que definen con bastante precisión una personalidad. Entre los doce, Juan, que se describe a sí mismo como el discípulo a quien Jesús amaba, presenta un carácter apasionado y una especial profundidad teológica.

Las lecturas de hoy tienen como protagonista a Juan como autor en la primera carta y como autor, y protagonista junto a Pedro, en el relato evangélico.

La carta es una profesión de fe en algo impensable porque va mucho más allá de la expectación del Mesías que anunciaron las Escrituras y da un sentido nuevo a lo que anunciaron los profetas. Se trata de la Vida Eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó en la humanidad de Cristo. Juan lo "ha palpado", lo ha captado con sus sentidos y lo anuncia para que todos participen de una alegría desbordante, un gozo completo.

El relato evangélico se condensa en dos verbos: Juan vio y creyó. Aquello en lo que creyó Juan es lo que acabamos de celebrar hace dos días: que el Dios Todopoderoso se encarnó en María Virgen y nació en Belén. Que por nosotros y por nuestra salvación murió crucificado y que resucitó al tercer día porque para eso había venido a este mundo. A lo mejor lo más sorprendente no es lo que celebramos, sino que haya llegado a parecernos una "fiesta de familia" y que la vivamos como una tradición (en el mejor de los casos) o un deber social algo engorroso. Repetimos lo que vio y creyó el apóstol cada domingo al recitar el Credo… ¿Y no nos afecta? A Juan, que vió y creyó, le comprometió toda la vida porque ya, de edad en edad y hasta el final de los tiempos la alegría y el amor han de llegar a todos. Los que por gracia hemos conocido la salvación y la esperanza, tenemos que hacer que resuene en todo el mundo.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

 

 

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