miércoles, 23 de agosto de 2017

Evangelio según San Mateo 20,1-16a. 
Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». 


RESONAR DE LA PALABRA

Ciudadredonda
Queridos hermanos:
Cuando leo esta lectura del Evangelio de los jornaleros siempre me pregunto: ¿cuánto sería entonces un denario? ¿El amo de la viña pagó de más a los últimos o de menos a los primeros? Porque con nuestra lógica mercantil tuvo que pasar algo de eso: o racaneó con unos o se pasó de generoso con los otros.
Probablemente ese tipo de razonamiento es el que el propio Jesús quiere desmontar con la parábola. Para Dios no hay “contratos” ni “intercambios mercantiles”. Para Dios hay cariño, y Él siempre quiere totalmente, infinitamente, a todos, independientemente de las “horas” que hayan trabajado en la viña.
Entonces viene lo de siempre: ¿para qué trabajar todo el día si vas a cobrar lo mismo? O lo que es igual: ¿para qué “ser bueno” toda la vida si basta con serlo al final?
La respuesta es tan simple como ilógica desde el punto de vista humano. Todos sabemos por experiencia que los que consiguen seguir a Jesús más de cerca, los que más enfrascados están en el trabajo de la viña, son mucho más felices, tienen su vida en manos de Dios y ello les da una perspectiva, una seguridad, una esperanza, una fortaleza frente a las dificultades, una capacidad de disfrutar de las cosas pequeñas, un grado de satisfacción íntima y, como decíamos, una mayor cercanía a la auténtica Felicidad, que hace que sin duda merezca la pena “contratarse” lo antes posible y disfrutar de la vida de Dios con mayor la intensidad que nuestra frágil naturaleza nos permita.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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